jueves, 8 de noviembre de 2007

*Capítulo 2: Al fin tierra firme

Nuestras pisadas quedaban impresas en la arena como firme recuerdo del pasado evento. Y asi como agujeraban el canvas polvoriento, el agua las borraba como si nuestra presencia fuera invisible o nuestro pasado inexistente. Como si cada paso que dieramos nos atracara en territorio completamente desconocido. Más sin embargo era ridículo el sentirnos así. Cuantas veces ya habíamos pasado en esta playa. Esta playa había visto tantos buenos momentos en grupo. En la esquina derecha, donde se encuentra ese bulto de piedras casi en forma de rompeolas, Gabo y yo fumamos nuestro primer cigarrillo a escondidas de nuestros padres. Cerca de donde anclamos el avión hace ya un par de años fue donde Marissa y yo acampamos en una noche de verano para pasar la noche de San Juan. Y ahora nos ve testigo de un aterrizaje de emergencia.

Nuestro primer instinto fue el de sacar los celulares y empezar a llamar a nuestros familiares, amistades, a quien fuera. Todos decían "no hay señal". Y eso que entre nosotros habían a lo menos tres distintos tipos de compañías telefónicas y todas parecían estar bloqueadas. Totalmente inútiles. Tratamos hasta de llamarnos entre nosotros y nada. Total y completa incomunicación. Las chicas estaban tan asustadas y la realidad es que nosotros también, solo que al ser tres nos sentíamos un poco más seguros. No que fueramos los guapos del barrio ni nada por el estilo pero cuando un hombre esta en compañía de otros y con confianza se suele estar algo más tranquilo. Además de nada serviría que estuvieramos los seis gritando como locas.

-Ok esa es la entrada al condominio, dijo gabo mientras lideraba el grupo en dirección al apartamento.

Al frente nuestro había un portón en tubos con pintura negra que imitaba una serpiente en cambio de piel. Medía al menos unos ocho pies de alto, tenía un candado y en la parte de arriba alambres de puas, de esos que van en forma de espiral, cual corona de un cristo mohoso.

-Tienes la llave Gabo?, le pregunte mientras miraba como nos quedabamos parados frente al portón sin hacer nada.

-No. Pero del otro lado se abre sin llave, contesto con una sonrisa sarcástica.

Lo que siguió fuen un coro de "ay, chico pero que carajos!" de parte de las chicas y dos miradas tajantes de parte mía y de Ignacio.

-No se apuren. Uno no pasa aquí tantos fines de semana, escapándose a escondidas sin aprender un truco o dos.

Acto seguido empezó a escalar por la pared contigua de cemento, poniendo un pie en un hueco, moviendo los alambres con una mano y dando una vuelta tipo gimnasta y cayendo en los dos pies.

-Puñeta!, grito cuando cayó al piso

-¿Qué pasa? pregunto Lily

-Nada, que estoy fuera de práctica. Me corté un poco con el alambre en el brazo. Ok, Ahora déjame abrir el portón desde adentro y ahi esta. Bienvenidos a "Ventana al Océano".

Su intento por ser gracioso fue interrumpido por una terrible ventisca que se movía de sur a norte agitando todas las palmeras, levantando arena creando pequeños torbellinos que recogian papeles y hojas sueltas. Era un helicóptero. Era bastante grande para ser de algún canal de noticias. Acto seguido un sonido invasivo de alto nivel de decibeles, como si una lata de coca cola gigante explotara votando espuma, se apoderara del lugar. Eran dos misiles.

-Agachense!, grite mientras los demás parecían quedarse inmóviles.

En menos de cinco segundos los mísiles habían llegado a su destino. El avión de Ignacio. Los pedazos comenzaron a volar y algunos proyectiles de metal y vidrio cayeron hasta donde estabamos, unos doscientos o trescientos pies del avión. El sonido fue tan alto y el calor de la explosión fue tal que sentí como mi piel se calentaba como termómetro en agua en proceso de hervir.

"Han entrado en territorio restringido. La isla de Puerto Rico esta en estado de cuarentena y la entrada esta terminantemente prohibida. Han violado la ley marcial impuesta. El primer aviso ha sido la destrucción de su avión. Algún intento de salir y no dudaremos en disparar. Estan avisados."

Acto seguido el helicóptero pasó por encima nuestro, dió una vuelta por los alrededores y desapareció en la lejanía de los montes.

Si antes nos sentíamos asustados, este evento solo nos puso los nervios aun más de punta.

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