jueves, 22 de noviembre de 2007

-cap. 2 : parte 3

Los gritos individuales de Gabo y el mío, llegaron al tumulto de gente casi a la vez y cual maratón del pavo de gente hambrienta en busca de su ave, salieron corriendo tras el origen de las voces nuestras. Gabo se congeló y no sabía que hacer. Requirió de un segundo grito de mi parte el que comenzara a direccionarse con agilidad hacia donde estábamos.

- ¡Mira imbécil, mueve los pies y corre!

La arena debilitaba sus pisadas haciendo su trayectoria parecer más larga de lo que realmente era. Para la murga era diferente ya que ellos venían del estacionamiento y sus decenas de pisadas simultáneas tocaban base en asfalto que se enfriaba tras la cortina de la nube.

Yo di unos pasos para atrás hasta la seguridad de la verja pero con la puerta aun abierta.

-Vayan abriendo la puerta del condominio. ¡Avancen! les gritaba a los demás que parecían espectadores de una irreal pesadilla.

Todo parecía suceder en cámara lenta. Gabo contra la gente, que luchaban por llegar primero al mismo sitio. Uno para salvar su vida y los otros quizás para acabar con ella. Mientras más se acercaban más me percataba de que algo realmente andaba mal. Sus siluetas tomaban mayor contraste y era totalmente descabronante lo que estaba viendo. Parecían deformados, pero a la vez tenían capuchas puestas por encima y ropa bastante holgada, pero sus manos y rostro mostraban lo que parecían ser quemaduras abominables en los pocos momentos que su carrera me permitían verles. No podía distinguir si tenían piel o no pero me inclinaba porque no. Algo más de lo que me percaté era que parecía que con cada pisada un grito validaba su rabia pero eran alaridos de dolor. Como si cada paso les costara, más sin embargo no pudieran evitar hacerlo. No decían nada que pudiera interpretar pero sus bocas se movían y todos corrían de manera diferente que proyectaba dificultad para algunos. En todo este tiempo, que realmente fueron un par de segundos, me pude percatar que habían varios del grupo que se quedaban bastante atrás en comparación con los demás y apenas parecía que se movían. Los notaba un tanto frágiles.

-Prepárate a cerrar el portón, párate detrás y empuja una vez me veas dentro. Me gritó Gabo con aparente dificultad. Sí, el fue competidor de pista y campo en la universidad, pero de eso ya van muchos y años y muchos cigarrillos.

Me posicioné entre la pared y la puerta del portón listo para empujarla y cerrar con toda mi fuerza y dejar que el golpe le pusiera el pestillo automático de seguridad. Di un último vistazo a los demás para asegurarme que habían logrado abrir la puerta y así mismo fue. Las chicas ya estaban esperando en el recibidor e Ignacio se mantenía en la puerta listo para cerrarla tan pronto le diéramos el visto bueno.

Lo que sucedió a continuación fue casi irreal. Parecían venir a una distancia casi perpendicular, desde sus distintos ángulos. Gabo, que andaba en sus mahones, me gritó que se iba a deslizar. A tan solo unos cinco pies de distancia se abalanzó con fuerza dejando caer el peso de su cuerpo hacia atrás mientras se movilizaba hacia adelante, cayendo sus pies primero al tocar el suelo, el cual estaba cubierto de arena pero por debajo había cemento, y luego chocando su cadera y espalda. En ese mismo momento en donde sus pies estaban adentro del espacio protector, una de esas personas venía abalanzándose sobre el y le cayó encima. Afortunadamente los reflejos de Gabo fueron en tiempo real y mientras la persona flotaba sobre el en espacio de microsegundos, este levantó las piernas y cual acto de circo empujó a la persona sobre el, no sin antes esta agarrarse de su brazo, arañándole levemente antes de dar un par de vueltas en la arena y caer a un par de pies de el. Así mismo Gabo se levantó y entró a la seguridad del pasillo. Una vez a mi lado empujé ese portón con la fuerza de un huracán haciendo sonar y moverse a el resto de la verja con el reflejo del golpe. En cuestión de un par de segundos estaba toda la murga de gente frente a nosotros. Todos peleándose por estar al frente y golpeando la verja de "cyclone fence" tratando de tumbarla.

Mis ojos no podían creer lo que estaba viendo. Sus manos no eran negras ni blancas, ni mulatas. Sus rostros no tenían bigotes, ni barbas ni sus caras estaban sonrojadas. Estaban todos de un color rosa tirando para rojo. Como el color de los músculos debajo de la piel, pero no parecía eso. Parecía como si la piel se les hubiese derretido encima. Muchos tenían ampollas en las manos y el rostro, algunos tenían golpes en la cara o en el cuerpo que deberían haber estado sangrando a chorros, pero no lo hacían. Era como si la sangre estuviera coagulada. En algunos de ellos podía ver cartílagos y huesos, material que por naturaleza debe estar cubierto.

Teniéndolos tan cerca aun sus alaridos no hacían mucho sentido. En su mayoría eran gritos incoherentes como el de un grupo de fanáticos viendo perder a su equipo favorito algún juego del mundial. Entre medio de estos se escuchaba algún "cóganlos" y "ahí ahí" y el grito que me pareció más tenebroso de todo. Lo que parecía ser una pequeña jovencita con su pequeña cara toda derretida. No tenía nariz, le faltaba un ojo y su pelo largo solo era a los lados ya que en la parte superior pareciera estar calva. Andaba con un muy sucio trajecito de esos que las niñas suelen llevar puestos cuando sus mamas las visten de domingo. Justo al frente nuestro, del otro lado de la verja gritaba "¡piel! ¡piel!".

Como suele pasar en los días nublados, la nube que cubría ese gran bombillo luminario, se fue corriendo hacía la izquierda del panorama azul dejando salir a su prisionero temporero. La mayoría de ellos parecían enfocados en nosotros y solamente en nosotros. Una de las personas del grupo que se había quedado atrás y apenas ahora llegaba cerca de los demás pego un grito como si su vida dependiera de ello "¡SOOOOOOOOL!". Y como si hubiese dicho alguna palabra mágica, todos salieron corriendo hacia la izquierda, por el estacionamiento de donde vinieron. No me atreví a salir del portón para fijarme hacía donde corrían ó hacia donde se dirigían. No pensé que fuera inteligente máxime por si fuera alguna trampa y estuvieran esperando que hicieramos eso mismo. Aparte que mi corazón todavía latía a doscientos tiempos por minuto y trataba de huir de mis entrañas por mi esófago. Necesité tragar bastante para devolverle a su lugar original. El sudor empapaba mi rostro y me sentía absolutamente sonrojado a nivel de que sentía mi piel hervir. Gabo se había dejado caer al suelo con los brazos hacia atrás sujetando su espalda en el aire. Respiraba profundamente como si el aire a su alrededor se fuera a acabar y su brazo comenzaba formar un leve riachuelo de sangre que terminaba como una gotera en su codo golpeando el cemento con menudencias de arena.

-¿Puñeta van a entrar o se van a quedar allá afuera? ¡Muévanse mano pero ya! Nos decía un desesperado Ignacio que al igual que nosotros observó ese grupo de personas atacar la verja e intentó acabar con nosotros sino fuera porque el sol volvió a alumbrar.

-Si mi matemática funciona, faltan tres horas para el atardecer, y si eso es indicio de que esa tropa de cabrones va a regresar, más vale que entremos y hagamos algo, pero para ayer.

Yo le di la mano a Gabo para ayudarlo a levantar. A manera acelerada caminamos hacia la puerta donde Ignacio nos recibió con unas palmadas en los hombros.

-Ok. Vamos a cerrar aquí.

Y con un buen empuje cerró aquella puerta del lugar. Era una puerta bastante sólida, de unos siete pies de alto y a lo menos unas cinco pulgadas de anchura de sólido cedro. Tenía un par de pestillos que se podían poner desde la parte interior. Al cerrar el último de los pestillos, tomamos un respiro. Cada quien abrazó a su novia como si hubiesen vuelto de la muerte solo para verles.

-Vamos subiendo, que el bicho mío se monta en el elevador y son cinco pisos que hay que subir en escaleras. dijo un energizado Gabo.

Todos nos miramos nuevamente y empezamos a seguirle en busca de las escaleras del lugar.

Aunque fuera por un momento nada más, estábamos ansiosos de sentarnos en un sofá, imaginarnos que nada de esto estaba pasando y entrar a un mundo civilizado aunque fuera solo un minuto. Aunque fuera mentira. ¿Y yo? Aunque sea la palabra equivocada en ese momento, yo me moría por una cerveza.

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