lunes, 19 de noviembre de 2007

-cap. 2 : parte 2

Estabamos perplejos. Por un par de minutos nadie habló. Todos nos mirabamos. A lo lejos escuchabamos el sonido de las llamas sobre las restantes piezas del avión. Las palmas aun se movían cortesía de la fuerza de las hélices del helicóptero.

-Mierdaaa. Mi puto avión. Que carajos esta pasando aquí? De cuando acá estamos viviendo en Irak? gritó Ignacio desesperado.

-Calma Igna. Hay que tratar de entender lo que esta sucediendo. le decía tratando de mantener la cordura para los demás.

-Entender que? Estamos en Puerto Rico? De cuando acá la milicia esta explotando aviones en la puta costa?

-Que ostia!

-Y a ti que te pasa Gabo?

-Se me cayó la batería del celular. Se me tienen que haber caído en el camino. Es que me cago en la ostia. Este día se puede poner peor?

-Cállate la boca que vas a asustar a las nenas. Olvídate del puto celular. No has captado que no funciona el de ninguno? Y presten atención a lo que esta pasando a nuestro alrededor.

-Qué esta pasando Otten?

-Nada. Absolutamente nada. No hay nadie, no hay carros, no hay niños jugando, no hay madres gritándole a los niños jugando. Silencio absoluto. Desde que llegamos, eso era lo que había. Solo el sonido del viento y las olas chocando en la orilla. Eso no les esta más raro aun?

Las caras de las chicas indicaban que lo que estaba tratando de evitar, lo había forzado sin querer. Las había paniqueado. Pero eso no parecía haber cambiado de parecer a Gabo. Mientras le daba un beso en el cachete a su novia, abría el portón y salía fuera del área protegida del condominio. Estiró la puerta hasta lo máximo antes de empezar a caminar.

-Yo vengo ahora. nos dijo.

-Chico, olvídate de eso. Tenemos que quedarnos juntos. No sabemos lo que esta pasando.

El siguió caminando haciendo gestos con la mano como para que nos despreocuparamos. Acto seguido empezó a caminar cabiz bajo buscando entre el camino de yerba y arena, entre los pequeños mogotes que llevaban de vuelta a los escombros de la nave.

En el interín, Ignacio abrazaba a su novia y le peinaba su cabello mientras le susurraba al oido que todo estaría bien. Mi novia Marisa y Lily se abrasaban la una a la otra. Yo sentía la necesidad de prestar vigilancia. Sí, yo siempre he sido un paranóico pero esta situación se presta para eso y mucho más. Desde el portón abierto de ese pequeño pasillo al lado del edificio, que no podía medir más de unos cinco o seis pies de ancho y unos cuarenta pies de largo hasta la puerta de entrada del condominio, le miraba alejarse y no podía evitar pensar en todas esas películas donde justo cuando uno menos se lo espera, pasa algo malo.

El viento empezó a soplar del norte de donde estabamos y una cadena de nubes empezó a posarse sobre el radiante sol. Un murmullo comenzó a escucharse a lo lejos pero no se podía distinguir con el sonido de las olas. Quizás era algún animal o algo siendo arrastrado por la corriente aérea. Pero se mantenía y a lo lejos empecé a ver lo que parecía ser un grupo de personas, solo que no podía definir bien las figuras. Estaba mirando hacia mi izquierda, en la parte posterior del edificio, justo en la entrada del pasillo lateral y si miraba al frente podía ver a Gabo buscando su maldita bateria.

Mi primer intento era gritarles, pero no me decían paranóico para cometer semejante barbaridad. Así que me volteé y les hice señas a los demás de que no hicieran ruido. En seguida empecé a mirar mis alrededores. La verja era de cyclone fence y medía unos diez pies de altura y en la parte superior tenía los cilindros de puas. Era cuestión de cerrar la puerta y entrar al condominio. Lily tenía las llaves de la puerta pero por supuesto estabamos esperando por Gabo para entrar ya que era el apartamento de sus viejos. Una vez más volví a mirar a mi izquierda. La murga era de al menos unas veinte personas. Pero algo no estaba bien. Por que tenía que haber una murga de personas? Y aunque no parecían estar armados se dirigian como persiguiendo algo y entonces entendí. El estruendo del avión fue lo suficientemente ruidoso para llamar la atención de gente a varias cuadras a la redonda y luego el helicóptero y sus aspas creando caos alrededor de toda la comunidad de apartamentos, que son unos cuantos.

-Eso es! las encontré. Se los dije que las iba a encontrar. Gritó Gabo desde unos cincuenta pies de distancia.

No tuve que mirar hacia mi izquierda. Yo sabía que ese grito había llamado la atención de esas personas. Salí del área protectora unos cinco o seis pies y tomé todo el aire que pude solo con una sola intención.

-Corre cabrón. Corre!

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